El Jardín del Artista en Giverny de Claude Monet
En el año 1900 Claude Monet (quien no fue un simple pintor sino el precursor del impresionismo), pintó al que sería el cuadro con el que se inmortalizó: El jardín del artista en Giverny. Se trata de una pintura de óleo sobre lienzo, que alude al retrato del jardín de la que fue su vivienda en el suburbio parisino de Giverny y que en la actualidad, este cuadro con dimensiones de 81,6 centímetros de alto y 92,6 centímetros de ancho, se expone en el Museo de Orsay de la capital francesa.
Cabe destacar, que Monet localizó en 1883 esta propiedad en la localidad anteriormente mencionada, para instalarse junto a Alice Hoschedé (su esposa) y sus hijos, la cual alquiló en un principio y después la compró. En la actualidad, este lugar puede ser visitado entre los meses de abril y noviembre, siendo administrado por la Fundación Claude Monet.
Se trataba de una granja que la transformó de acuerdo a sus intereses y preferencias, modificando el huerto, construyendo un trío de invernaderos y repintando el lugar. Inclusive, erigió otro atelier donde tuvo un laboratorio de fotografía. Por ende, Monet se dedicó en esta casa a la botánica (ya que era un buen conocedor de la jardinería) y por supuesto, a la pintura. Para este momento, Monet se alejó de quienes eran partidarios del impresionismo, a tal punto que con el fallecimiento de Camille (quien fue su esposa), se profundizó su soledad.
De hecho, se fue de París y llegó a estar en Normandía, donde el paisaje tenía rasgos más naturales, suficiente para quedar cautivado y enfocarse en la botánica, captando esa panorámica de la naturaleza que llegó a plasmar en este jardín, consolidando un entorno muy frondoso, que imprimió un gran colorido sobre la tierra, enriqueciendo el lugar con pérgolas y arcos que pudo cubrir con plantas trepadoras, lo que dio como resultado un gran paraíso que sirvió como fuente para su creatividad, teniendo los lirios como protagonistas en este espacio, motivo por el cual sobresalen en esta creación pictórica de Monet.
En esta propiedad los jardines de Monet se dividen en dos: Uno de estos tiene muchas flores y es denominado Le Clos Normand y el otro, es un jardín de agua con rasgos japoneses. El artista buscó llevar al plano real lo que deseaba para este espacio, sembrando sauces llorones y lirios, junto con un estanque japonés y para el año 1895, construyó un puente con el diseño arquitectónico de esta nación oriental.
Esto también obedece a que Monet era aficionado al coleccionismo de estampas japonesas, por lo que intentó trasladar las características de los paisajes que se apreciaban en los grabados de Hiroshige y Hokusai a su obra. Definitivamente que este lugar era el oasis artístico que tanto deseaba.
Análisis: una pintura de gran colorido y frescura
El Jardín del artista en Giverny presenta un sendero de tierra que transmite al espectador una sensación de profundidad y amplitud al mismo tiempo, transportándolo hacia el sitio donde se ubica la vivienda principal. Este camino tiene una preponderancia fundamental para este cuadro, ya que propicia un ambiente con mucha geometría, porque las flores dispuestas en forma lineal muestran un paralelismo direccional, mientras que los árboles son exhibidos como una masa de gran volumen con mucha claridad, luz y color, elementos visuales propios del impresionismo.
A pesar que Monet pintó este cuadro en la época de primavera, en el mismo predominan tonos violetas y naranjas que incrementan la luminosidad de esta obra, teniendo así influencias modernistas y simbolistas, evidenciando que este paisaje pudo haber sido imaginado o soñado por el autor, en vez de ser una fiel réplica de lo que observaba para el momento de la realización de este cuadro. Otra cosa a recalcar, es que los lirios tienen una gran presencia en este lienzo, a tal punto que las flores cubren los bordes de los senderos y sus colores rosados quedan absorbido por la sombra que generan los árboles.
Comentario: la vivienda de Monet no es lo que resalta en esta composición pictórica
Y si hay algo muy cierto es que la creación pictórica de Monet rinde culto a su nombre (El jardín del artista en Giverny), porque la vivienda que habitó junto a su familia está en un segundo plano, destacando las pinceladas muy gruesas pero que son parte de las cualidades artísticas de este pintor, sobre todo en los lirios que muestran una gama de tonos violeta. Monet se las ingenió para que se apreciara la luz solar en estas flores, con una combinación de colores lila, rosa, blanco y púrpura. En cuanto al color marrón de los senderos de tierra, hace contraste con los tallos verdes de los lirios, flores que definitivamente son el centro de atención en esta pintura.
En lo que respecta a los árboles que están en la sección superior, se pueden ver las hojas con tonos de verde saturado, marrón y rojo, haciendo alusión a los distintos árboles que Monet tenía en el jardín. Monet siempre buscaba resaltar la relación que existía entre el objeto que estaba plasmando en sus lienzos y el mismo, aparte que trataba de reflejar el momento del día que deseaba captar y la estación del año en la que se encontraba, buscando así que trascendiera con el paso del tiempo sus sentimientos con respecto a ese lugar.
Sin duda alguna que estos jardines fueron para Monet una fuente de inspiración, a tal punto que le sirvió de locación para sus obras insignes consolidándose como el padre del Impresionismo, puesto que no solo se dedicaba a pintar la naturaleza como la observaba, sino que la manipulaba a su antojo, tomando las flores y plantas que estaban en su jardín y que trascenderían a la posteridad en sus pinturas.
Monet se caracterizó por acompasar un conjunto de estilos pictóricos a lo largo de su vida, como el realismo y el impresionismo, amén que se encargó de desarrollar su trabajo en forma de series, con las que retrata un motivo varias veces pero con una iluminación distinta.