La Última Cena – Leonardo Da Vinci

Leonardo da Vinci pintó entre 1495 y 1498 una de sus obras artísticas más conocidas a escala global: La Última Cena, que puede apreciarse en el muro donde originalmente fue pintada, ubicado en el refectorio del convento dominico de Santa Maria delle Grazie, recinto ubicado en la ciudad italiana de Milán. Esta pintura mural fue declarada por la Unesco en 1980 como Patrimonio de la Humanidad. Sus dimensiones son de 4,60 metros de alto por 8,80 metros de ancho. Da Vinci la elaboró para el duque de Milán, Ludovico Sforza y no se considera como una pintura tradicional, sino un mural que se ejecutó al temple y óleo, teniendo como base a dos capas de preparación de yeso, que fueron extendidas sobre enlucido.

La última cena es junto con La Gioconda, una de las obras más emblemáticas de da Vinci, caracterizada por su serenidad, en tiempos que predominaban las calamidades, las intrigas y las guerras. Se piensa que Sforza la encargó al artista en 1494, ya que deseaba un fresco que engalanara el refectorio de la dominica de Santa Maria delle Grazie, en Milán, lo que explica el origen de las  insignias ducales pintadas en el trío de lunetas superiores. Esta obra implicó que Leonardo laborara con continuidad y rapidez como nunca antes por tres años, quedando absorbido por completo hasta la finalización del trabajo.

Da Vinci se esforzó bastante para finalizar este trabajo

El escritor renacentista Matteo Bandello (quién fue muy cercano a da Vinci), relato en su obra literaria LVIII cosas como que el artista pintaba la Última Cena de manera continua teniendo a la mano su pincel y sin estar pendiente de beber y comer. Posteriormente estaba hasta cuatro días seguidos sin pintar, pero contemplando el trabajo que había realizado al menos dos horas por día, examinando las figuras que había pintado. Además, Bandello aseveró que este artista salía de su taller en horas del mediodía, llegaba al convento para subirse al andamio donde usaba el pincel, con el propósito de dar algunas pinceladas a cualquiera de estas figuras y después retirarse.

Esto es lo que explica que el artista se haya decidido por una técnica diferente a la que tradicionalmente se usa para la pintura al fresco, lo que implicó varios años para concluir el trabajo. Mientras que el escritor, arquitecto y pintor del Renacimiento, Giorgio Vasari, decía lo mismo que Bandello, afirmando que da Vinci pintaba de manera intensa algunos días y en otras fechas se quedaba mirando el trabajo realizado, a pesar que esto incomodó a un prior del convento, quien fue a quejarse con Sforza y este a su vez le exigió al artista a que acelerara el trabajo.

De acuerdo a Vasari, el pintor dijo que las personas como él pueden producir más incluso cuando trabajan a un menor ritmo, porque están pensando en concretar ideas para que estas se resuelvan de manera expresiva y en lo que concierne a su forma, por lo que no tenía los modelos necesarios para las figuras tanto del Salvador como la de Judas y que si no lo encontrara, pondría como el rostro de Judas al prior, a quien consideró como un impertinente.

Leonardo da Vinci captaba los rasgos y movimientos de los individuos

En una ocasión, el escritor Giambattista Giraldi habló de la manera de trabajar de Leonardo da Vinci, comentando que antes que se dedicara a pintar una figura se dedicaba al estudio de su aspecto y cuando tenía una idea bien clara, acudía a los sitios en los que conseguiría el tipo de persona que estaba buscando para observarlo con mucha atención, prestando atención a su comportamiento, los gestos faciales, sus movimientos y costumbres. Y si veía algo que le era útil a su propósito, lo dibujaba con un lápiz en el cuadernillo para apuntes que llevaba en su cintura, forma de trabajar que repetía muchas veces para llevar al plano real lo que tenía en su mente.

Todo esto corrobora que Leonardo miraba con precisión a las personas y las detallaba completamente, lo que no era algo habitual para aquel entonces, ya que los artistas copiaban los tipos que eran probados y conocidos; a tal punto que los repetían varias veces durante su vida. Pero Leonardo proporcionó a las figuras que plasmaba en sus obras, mucho contraste y movimiento, que es lo que realmente enriquece a esta pintura mural, porque en un mismo lugar apreciamos a Judas como el malvado, junto a Juan que era visto como el bueno, así como a ancianos y jóvenes compartiendo y con distintos estados de ánimo.

Por solicitud del duque de Milán, a finales de 1497 Leonardo concluye esta obra. El artista sabía que tendría que invertir mucho tiempo y que no percibiría mucho dinero por la misma, ya que la realizó a pedido del duque, cosa totalmente opuesta a los reglamentos del gremio artístico al cual pertenecía, que incluso, no le permitiría hacer obra alguna en Florencia sin la autorización pertinente. Por ende, Leonardo da Vinci nunca cobró dinero alguno por La Última Cena, algo que dejó sorprendido a Sforza.

Al terminar el trabajo, esta pintura fue considerada como una gran obra de arte a nivel de caracterización y diseño. Pero el artista nunca quedó satisfecho con el resultado y comentó que debía seguir trabajando en la misma, a pesar de haberla dado por terminada. Sin embargo, tras el término del trabajo ya empezaba su deterioro, lo que comenzó a suceder a partir del año 1500 con el desprendimiento de la pared por los inconvenientes causados debido al uso del óleo por encima del yeso seco, en vez de usar la técnica del fresco que demandaba una ejecución rápida. Por eso, se ha intentado restaurar varias veces y en la actualidad, gran parte de la superficie abarcada por el mural se ha perdido.

¿Cuál es el mensaje que contiene La Última Cena?

Esta obra recoge un momento muy dramático, el cual consiste en la última cena que Jesús de Nazaret tuvo en sus últimos días de vida, de acuerdo a lo que narra el Nuevo Testamento, basándose en el pasaje bíblico Juan 13:21, con el que Jesús anuncia que será traicionado por uno de sus doce discípulos. Por eso, Jesús se sienta en la mesa con los apóstoles para decirles que tenía un gran deseo de comer con ellos antes de padecer, lo que no volvería a hacer hasta que ocurriera lo que consideraba como la nueva y perfecta Pascua dentro del Reino de Dios, presintiendo que uno de sus apóstoles lo traicionará.

Esa afirmación de Jesús (acerca que uno de sus apóstoles lo traicionará), es lo que impacta a quienes lo rodeaban en ese momento, lo que buscó representar el artista para dar a conocer lo que visualizó como  los movimientos del alma, individualizando las distintas reacciones de los doce apóstoles, por lo que el espectador puede ver que unos se levantan ya que no escucharon buen y otros se asombran por el comentario, mientras que Judas se siente aludido y por eso retrocede ante los demás.

En un principio, da Vinci pensó en una imagen clásica, colocando a Judas por delante de la mesa y el resto de los apóstoles enfrente, teniendo a Jesucristo como uno más. Pero Leonardo decidió apartarse de esto para que Judas estuviera entre los apóstoles ya que escogió otro momento, precisamente el que sucede al anuncio de Jesús, en relación a que uno de ellos realizará tal fechoría. La mesa está rodeada de estos personajes, encajando dentro de una arquitectura clásica que representa exactamente con una perspectiva lineal y central, generando una sensación de amplitud que es resaltada con el gran formato de todas las figuras.

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